Marta y el empleado de lavandería
https://www.nacionesmx.com/2019/04/marta-y-el-empleado-de-lavanderia.html
Me ve a los ojos mientras se desplaza sonriendo hacia una torre de papeles que le “recomendé” momentos antes no tocara. Me pregunta algo extraño para mantenerme ocupado; toma una factura y me advierte que puede hacer un barco, un sombrero, una bolita, un avión. (Marta y su hermanita trabajan sacando la basura de los vecinos a la esquina, dicen que es divertido porque juegan en la calle sin que su mamá las regañe.)
Marta y compañía salen corriendo, regresan con su primo, y ahora los tres preguntan porqué no me quito la barba, porqué fumo, porqué no deben jugar con la calculadora, con la báscula… ¡qué es esto¡, ¡MIRA!… mi dedo”. La hermanita gatea para agarrar mi zapato y supuestamente asustarme, el primo revisa unos libros y Marta me ve a los ojos porque en su mano esconde algo que no imagino.
Cuando mi paciencia termina, procuro pedir con fingida calma todo lo que han escondido, que regresen al rato, que estoy ocupado… la hermanita y el primo corren a la calle arrastrando una reja de madera. Marta no, al contrario, todo indica que espera ese momento para preguntar y mover más cosas a la vez. Para ella, inicia el juego.
Una tarde de esas, llegó una chica a preguntar el precio del servicio de lavandería de unas colchas muy grandes “queen size” (“tamaño rrreina” o algo así), la chica era muy bonita así que le di el precio pero tardé explicándoles sobre fibras textiles y el servicio de lavado en seco; Marta tomó la lista de precios y le dijo a la chica que el servicio no era tan caro, que costaba 30 pesos menos de lo que le había dicho; la chica dudó, lo negué pero Marta con la lista en la mano señalando un punto cualquiera, me decía: “mira, aquí dice, aquí dice”. El caso es que nunca soltó la lista de precios y la chica se fue.
Esa tarde Marta, su hermanita y su primo estaban especialmente activos, así que nos pusimos a hacer “cajas para vómito” con papel de cuaderno; el procedimiento es complicado (muchos cortes y dobleces) así que le bajaron de acción. Después de un rato se aburrieron de doblar papeles y se fueron a correr.
Creí que esa tarde se había establecido una tregua o algo… pero pasó algo más; Marta, hermanita y primo regresaron con dos niñas “creidas”, (que salieron a la calle exclusivamente a comprar un sacapuntas) y ante ellas, con los ojos bien brillantes y el cabello enredado, dijeron:
– ¿Verdad que eres nuestro tío?
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